Me inscribieron en primero superior. El hecho de que supiera leer y escribir, sumar y restar, dio motivo a que me tomaran un “exámen de ingreso”. Cosa que me tomé muy en serio, no así las tres maestras que formaban la “mesa”, que reian todo el tiempo. De ese colegio el recuerdo es muy claro. El hecho de saber leer bien y a primera vista, me dio ciertos privilegios. Mi maestra, la señorita Cruz, me hizo recitar en las fiestas patrias. Tenían además una costumbre. El último dia de la semana, en la última hora, se reunían todos en el patio y se hacía un acto. En primer lugar el coro cantaba algo enseñado por la profesora de música, luego alguna de las maestras o a veces la Directora , leían un discurso y finalmente yo decía algún poema de los que sabía de memoria. Cuando se me acabaron, leía un fragmento literario elegido por ellas. Todo eso, agregado al hecho de ser la más chica del colegio me llevó a una situación de favoritismo, compartido por todas las alumnas. Sin tener conciencia de eso yo me sentía muy feliz. Esto se prolongó durante tres años. Luego nos mudamos a Villa del Parque y todo se transformó. En el nuevo colegio no me conocía nadie y no era favorita de nada.
No fui mala alumna. Buena en lectura y redacción, mediocre en matemáticas. El cambio debió haber sido difícil para mí. Pero sería injusto dejar de pensar que en ese primer colegio se sembraron las semillas de mi futura (buena o mala) formación. Tengo muchas anécdotas pero nos alejaríamos del motivo de esta entrevista.
Voy a tratar de evitar los detalles y circunscribirme a los pequeños hechos que pudieron haber determinado mis preferencias posteriores.
Sorpresivamente papá se enfermó. Fueron años de enfermedad. Algunos de ellos en la cama. Un primo, que era un médico conocido, lo hizo ver por varios especialistas pero ninguno acertaba con lo que podía ser la causa de su enfermedad. Mi mamá consiguió un trabajo de cobranzas y salió a trabajar, yo cocinaba lo que ella me dejaba preparado para hacer, y cuando volvía almorzábamos. Yo estaba bastante orgullosa de la confianza que me tenían. Ya se empezó a hablar de que estaba desahuciado. Los días en que podía levantarse los usaba en un proyecto. Solicitó un crédito para comprar un terreno, ocupándose de que fuera en una zona alta de la ciudad,
Habló con un arquitecto amigo, recién recibido, quien se ocupó de diseñar la casa y dirigir su construcción. Mi padre pensaba que, puesto que se iba a morir, quería dejar a su mujer y sus hijas en su propia casa. Incluso hizo construir al lado otro pequeño departamento para alquilar, cosa de poder pagar los impuestos. Nos mudamos, él pasó de una cama en la calle Cangallo, a otra en la calle Médanos, en Villa del Parque
- Qué sucedió con su padre?
Lo operaron otra vez y, contra la opinión de todos, se curó.
Una vez instalados en Villa del Parque, mis padres se asociaron a una biblioteca que era a la vez un club. En los fondos había un galpón y dentro un pequeño escenario. Al poco tiempo mi padre estaba dirigiendo una obra y yo participando del grupo infantil que hacía teatro para niños. Al poco tiempo me pidieron que colaborara con la “puesta en escena”. Una noche vinieron a mi casa un señor y una señorita y le pidieron a mi padre que me dejara participar en una obra para adultos, “La muerte Civil”, de Paolo Giacometti, que necesitaba una niña para completar el elenco. Mi padre aceptó, puesto que se trataba de un beneficio, y varias noches por semana me acompañaba para ensayar, en el comedor de la casa de la protagonista, que vivía a pocas cuadras. Poco después vinieron dos señoras del Teatro Labardén, que habían oido hablar de nosotras, mi hermana y yo. Tenian la intención de incorporarnos al elenco del teatro, que incluia una escuela de interpretación.
Mi padre, sospechando profesionalismo, dijo que nó. Me enteré algunos años después por una infidencia de mamá.
Escena de Ana Karenina en la película Ese Loco Amor Loco Influencia de las lecturas de autores rusos en los films de EVA L ANDECK